SANTUARIO

Madre Petra era una enamorada de San José, en él confiaba y a él se encomendaba. Cuando llegó a Barcelona, estuvo en una casa de alquiler en San Gervasio, (una barriada de Barcelona), allí compró una imagen de San José que le costó 200 pts. En 1890 pasó a la calle San Salvador con un contrato de alquiler por 5 años, cuando llegó a término el propietario le propuso comprar o irse, no tenían dinero pues acababan de comprar la casa de Valencia, recorrieron toda Barcelona buscando una casa de alquiler y no encontraron.

Madre Petra que estaba en Valencia viajó hasta Barcelona para ver cómo resolvía aquel problema, cuando llegó, lo primero que hizo fue arrodillarse a los pies de San José y orar, cuando salió le preguntaron qué le había dicho san José, y ella respondió que el santo lo arreglaría, que harían ejercicios espirituales y lo demás ya vendría. Entraron a la capilla a dar gracias a San José, y ocurrió algo realmente sorprendente, se dieron cuenta de que la cabeza de la imagen se había inclinado suavemente hacia el lugar donde Madre petra había estado orando. Esto dio pie a que consideraran a esta imagen milagrosa.

A los pocos días llego a la casa una señorita preguntando por Madre Petra. La portera le aclaro que no podía verla, pues toda la comunidad, incluso la Madre, hacía Ejercicios.

La señorita dejó una tarjeta con su nombre y dirección al mismo tiempo que decía: “Cuando termine, haga usted el favor de entregarle esta tarjeta y decirle que deseo hablar con ella para hacerle donación de una finca que me pertenece”. Era la señorita Carmen Masferrer para donarle unos terrenos al que le llamaban la «Montaña Pelada», lugar pedregoso y de difícil acceso. Al ser unos terrenos con bastante extensión, Madre Petra decide hacer unos planos para una casa grande donde albergar a muchas niñas y una Iglesia dedicada a San José.

 

En una capillita a la entrada del Santuario puso la imagen de San José, y mucha gente comenzó a visitarlo, y venerarlo, en las revistas de 1903 ya cuenta un hecho que engrandeció la fama de San José «el de la Montaña Pelada». Una señora a la que tenían que amputar una mano, subió a orar ante el santo y le dejó a los pies una nota escrita con su petición, a los pocos días volvió completamente curada y esa noticia corrió como la pólvora y fue cuando la gente acudía frecuentemente llamándolo «San José el de la Montaña», nombre que se le quedó para siempre, igual que la tradición de hacer las peticiones por escrito.